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jueves, 28 de febrero de 2013

Viaje



Este es el comienzo de mi viaje,
es el final de mi camino.
No llevo prisa ni equipaje,
solo cenizas en el mar
de este remendado corazón,
para viajar.

Navegar, siempre navegar
sobre el cielo azul
tan fugaz, todo es tan fugaz,
vieja juventud,
será mi piel el viento sur.
Mi nombre será tierra y nada más,
mi sangre sol, tu llanto luz,
semillas de la ingenua eternidad.

Cuando las campanas de la vieja catedral
hablen de las huellas de mi eterna soledad,
todo habrá sido un instante
de fulgurante y triste oropel.

Si el dolor se adueña del momento de partir,
llevo contraseñas, escondites para mí
donde gritarle a la muerte ciega
todas las cosas que yo le robé.

Guardo para soltarle y empañarle
la victoria,
balas atropelladas,
un minuto de memoria,
todas mis madrugadas,
nueve lunas, mil botellas,
una muchacha pobre
que un día fue mi doncella.

El patio de mi infancia,
mi ventana, todo el cielo,
las manos de mi padre
protegiéndome del mundo entero.

Solo esperando mi tren
me arrancan de mi camino
mi sombra quemándose,
gota por gota,
pálida,
única.

El miedo de la nada,
la esperanza de un sendero,
la sangre de mi sangre
despidiéndome del mundo entero.

Amigos con el alma buena y el abrazo cálido,
amores de miradas limpias y de sueños ávidos,
millones de carcajadas empapadas en alcohol,
canciones a quemarropa derrotando al dolor.

Segundos de felicidad y tres o cuatro lágrimas.

Sobrevivientes, naúfragos, inquilinos,
somos la sombra heroica de lo que fuimos.
Fuimos peleando tercos como pudimos
esta batalla inútil contra el destino.

Llevo un juramento sin jurar,
llevo una oración sin terminar,
el dolor de no ser nada más
y mi testamento sin firmar.

Nada tuve, nada dejé:
mi pobreza ya me la gasté.
Si hoy tengo una flor en el ojal
es para dejarla en el final.

Si he de morir,
que me muera de tanto vivir,
con la furia de la tempestad
incendiándome el alma
al partir.

Si he de partir
que me parta la vida
un amor
y transforme mis huesos en flor
en algún carnaval.

Y todo lo que fuí, 
lo dejo en el adiós,
viviendo en el lugar 
de lo que soy.

Y lo que quise ser
detrás de este telón
apenas fue
una efímera ilusión.

Ya se encienden las luces del final.
Agradezco porque llegué hasta acá
escapando a la muerte en un camión,
en un camión que se va.



Agarrate Catalina 

miércoles, 13 de febrero de 2013

Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores
blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz,
te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz,
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago
y cintas que dormían en la lluvia.
No quiero que tengas una forma, que seas
precisamente lo que viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua, y los leones
cuando se disuelven en el azúcar de la fábula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo,
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco
con ese pelo lacio, esa sonrisa.
Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino
es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre
en una galería de museo.
Además te quiero, y hace tiempo y frío.

Julio Cortazar

viernes, 1 de febrero de 2013

El monstruo amigo mio -


Yo al principio no lo quería, porque creía que él iba a comerme un pie. Los monstruos son agarradores de mujeres, que se llevan a una mujer en cada hombro, y si son monstruos viejitos, se cansan y tiran a una de las mujeres en la cuneta del camino. Pero este que yo digo, el amigo mío, es un monstruo especial. Nosotros nos entendemos bien, aunque el pobre no sabe hablar y por eso todos le tienen miedo. Este monstruo amigo mío es tan, pero tan grandote, que los gigantes le llegan nada más que hasta el tobillo. Y él nunca agarra mujeres ni nada.

Él vive en el África. En el cielo no vive, porque si estuviera en el cielo, como Dios, se caería. Es demasiado grande para poder vivir por ahí, por el cielo. Hay otros monstruos más chicos que él y entonces viven en el infinito, cerca de donde queda Plutón; o todavía más lejos, allá en el onfinito o en el piranfinito. Pero este monstruo amigo mío no tiene más remedio que vivir en el África.

Dos por tres me visita. A él nadie lo ve pero él puede verlos a todos. Además, se puede convertir en cualquier cosa que quiera. A veces es un cangurito que me salta en la barriga cuando me río o es el espejo que me devuelve la cara cuando me parece que la perdí o es una serpiente disfrazada de lombriz que me hace la guardia en la puerta para que nadie venga y me lleve.

Ahora, hoy, o mañana, el monstruo amigo mío va a aparecer caminando por el mar, convertido en un guerrero que más inmenso no puede ser, y echando fuego por la boca, de un solo soplido va a reventar la cárcel donde lo tienen preso a mi papá y me lo va a traer en la uña del dedo chiquito y me lo va a meter en mi cuarto por la ventana. Yo le voy a decir: “Hola” y él se va a volver al África despacito por el mar. Entonces mi papá va a salir a comprarme caramelos y chocolatines y una nena; y se va a conseguir un caballo de verdad y vamos a salir al galope por la tierra. Yo agarrado de la cola del caballo al galope, lejos. Y cuando mi papá sea chiquito, después, cuando mi papá sea chiquito, yo le voy a contar las historias del monstruo amigo mío que vino del África para que mi papá se duerma cuando llegue la noche.


Eduardo Galeano